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La ciudad de la achicoria (final)

La ciudad de la achicoria (final)

 

Un osado gobernador con necesidad de poblar la Luisiana vaciada propició movimientos diplomáticos sin precedentes para que una nueva emigración de acadianos consolidara la ciudad de la achicoria.

Unos años antes de la revolución francesa Luisiana volvía a caer en manos españolas, dependiendo de la Capitanía General de Cuba, con un legado tanto social como económico precario: 13.000 personas en toda la provincia. Definitivamente muy pocas para sacar partido a tanta tierra fértil como albergaba el delta del Misisipi. Los sucesivos gobernadores se devanaban los sesos para conseguir atraer habitantes, sin embargo, no podían contar con los propios españoles pues en nuestro territorio la densidad de población también era algo escasa y las ansias de emigración brillaban por su ausencia.

El audaz movimiento español

Para acabar de acrecentar los problemas, en 1788 un incendio asoló Nueva Orleans, así el gobernador de turno Esteban Rodríguez Miró, se enfrentaba a serios problemas de supervivencia de la nueva provincia. Decidido a levantar aquel territorio a toda costa y convertirlo en un lugar próspero y deseable propició una política de inmigración, incentivando a todo aquel que quisiera asentarse en sus tierras, sin importar el origen y dado que los propios españoles no estaban dispuestos pensaron en los cientos de acadianos que habían regresado a Francia tras la gran expulsión cuando sus tierras canadienses cayeron en manos británicas y que ahora mal vivían al suroeste del país galo olvidados por sus gobernantes. Varias comisiones diplomáticas al lugar descubrieron que muchos de ellos añoraban aquellas tierras del nuevo continente y, aunque unos miles de kilómetros más al sur, estaban dispuestos a regresar, nada les parecía peor que las penurias que vivían en la actualidad. Sin embargo, el mayor problema era la falta de ingresos de este sector de la población para costearse el viaje. Este “pequeño problema” no detuvo al gobernador, ni a diversos diplomáticos que removieron las arcas españolas y parte de las francesas hasta conseguir embarcar a los nuevos pobladores de Luisiana, que ya contaban con parte de su propio pueblo allí asentado. Después de muchas idas y venidas, cartas entre ambos gobiernos, acuerdos y tratados, la documentación de la época recoge hasta seis expediciones de acadianos hacia Nueva Orleans, un total de 1.574 personas.

La achicoria creció como los acadianos

Así una nueva oleada de acadianos pudo regresar al nuevo continente, pero esta vez a Nueva Orleans, asentando definitivamente el cultivo de la achicoria y convirtiendo el café de achicoria en seña su identidad. Como la mayoría de emigrantes que buscaban un mundo nuevo en el que prosperar, los acadianos recién llegados, junto con los ya existentes, no perdieron el tiempo; en 1804 ya eran 4.000 y en 1890 llegaban a los 30.000. Por eso, en el siguiente y último bloqueo que vivió este pueblo tan singular durante la guerra de secesión en Estados Unidos, los ya miles acadianos que poblaban Nueva Orleans y sus alrededores, no echaron de menos el café, cultivaban y elaboraban el suyo propio: con achicoria. Se calcula que en la actualidad existen unos 200.000 acadianos que, en 1980, fueron reconocidos por el gobierno estadounidense como grupo étnico. Entre ellos, el dueño del café que me cuenta esta historia tan increíble como interesante, descendiente de los primeros acadianos que poblaron la orilla del Misisipi y llenaron el lugar del inconfundible y reconfortante aroma de la achicoria.