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La cuidad de la achicoria (segunda parte)

La cuidad de la achicoria (segunda parte)

 

A Napoleón le encantaba el café, pero acabó prefiriendo la achicoria que se convirtió en bebida nacional gracias sus eternas guerras con Inglaterra y un par de holandeses, y como nunca se sabe dónde va a acabar el dominó de la historia, esta vez las fichas cayeron a favor de la achicoria.

A finales del s. XVIII el uso de la achicoria se extendió por Europa, según el libro Café y Achicoria, escrito en 1864 por el estudioso P.L. Simmonds, fue introducida desde Holanda, por los señores Orban y Giraud, primero a Francia y luego al resto del territorio continental, a dónde llevaron el arte de tostar y moler las raíces de la planta para elaborar infusiones y otros usos. El mismo escrito relata que a principios del s. XIX Francia consumía 7 millones de kg. anuales de achicoria, esta tendencia gastronómica, como la mayoría de las costumbres, tuvo un origen siempre ligado a los vaivenes de la historia y los caprichos de sus protagonistas.

La rebelión de los esclavos

Desde 1697 la parte occidental de la isla de La Española, actual Haití, pertenecía a la corona francesa gracias al tratado de paz que puso fin a la Guerra de los Nueve Años donde Francia se enfrentó con varias naciones europeas, entre ellas España. Pronto eclipsó en prosperidad y población a la zona oriental, actual República Dominicana, hasta que en 1791, cuando ya era conocida por el sobrenombre de “la Perla de las Antillas”, los esclavos, que mantenían su economía y vivían en condiciones infrahumanas, se rebelaron en una guerra de guerrillas que finalizó con la independencia del territorio en 1804. Un conflicto de 13 años que estaba en pleno apogeo cuando Napoleón llegó al poder, de nada sirvieron sus grandes dotes de estratega militar en un territorio que le era tan lejano como ajeno, inmerso como estaba en una guerra con Inglaterra y redactando el famoso Código Napoleónico. En aquel momento, la mitad de la producción mundial de café venía de La Española.

La achicoria de Napoleón

El café era sólo uno de los productos que Francia importaba allende los mares, otros muchos pasaban por Inglaterra bajo la tutela de la Compañía Británica de las Indias Orientales. Napoleón, con el arrojo que le caracterizaba, impuso un bloqueo alumbrando lo que llamó el Sistema Continental, bajo el lema “lo haremos nosotros mismos” y “compre francés”, decidió que Francia no iba a depender nunca más de ninguna colonia, ni propia ni ajena. La realidad es que esta decisión generó enormes avances en la agricultura e industria francesas, pero claro, hecha la ley hecha la trampa, y el contrabando también proliferó.

Cuenta una leyenda que regresando de una de sus campañas militares el carruaje de Napoleón se rompió cerca de un pueblo a las afueras de París donde el Emperador percibió un evidente olor a café. Siguiendo el rastro del aroma, terminó en el patio de la iglesia donde el párroco tostaba el producto extranjero. “Reverendo, ¿así es cómo cumple con el mandado del Emperador?” preguntó, para escuchar la aguda respuesta del avezado fraile, “sí, su Excelencia, hago exactamente lo que vuestra Majestad ordena: quemar todos los productos de la colonia”.

Anécdotas aparte, la achicoria se convirtió en bebida nacional en Francia y, aunque los acadianos ya la mezclaban con el café al otro lado del océano, una nueva emigración estaba a punto de llegar para asentar la costumbre definitivamente en el nuevo continente. Se trataba de los miles de acadianos que habían regresado a Francia tras la Gran Expulsión, y que, abandonados por su estado que vivía tiempos convulsos, subsistían míseramente al oeste del país añorando aquellas tierras de los que habían sido expulsados. Aún faltaban otra guerra y otro bloqueo para que Nueva Orleans se catapultara como la Ciudad de la Achicoria.